La artrosis es el proceso natural de desgaste de las articulaciones y se asocia a la edad avanzada. No en todos los casos este proceso se manifiesta con la misma intensidad: si bien es un desgaste que afecta a todas las personas con el tiempo, la gravedad del mismo y las molestias que ocasiona varían mucho entre una persona y otra.
En una gran parte de la población produce unas molestias leves o moderadas, que se pueden controlar con tratamiento no quirúrgico de la artrosis.
Los factores que afectan a la aparición de la artrosis son variados: fracturas previas u otras lesiones, sobrepeso, alteraciones del eje de las piernas, actividad deportiva o laboral. Así la artrosis es un efecto del paso del tiempo que afecta a todas las personas, pero múltiples factores hacen que los síntomas que produce varíen mucho.
Habitualmente, la artrosis comienza a aparecer entre los 50 y los 60 años y puede producir dolor a partir de los 60 o 70 años. Aunque eso es lo habitual, son tantos los factores que influyen en la aparición de la artrosis que muchos pacientes por debajo de 50 pueden presentar artrosis muy sintomáticas (normalmente como secuelas de lesiones previas) y pacientes de más de 70 años pueden tener artrosis poco sintomáticas que se puedan tratar sin necesidad de cirugía.
Cuando el desgaste de la articulación hace que no funcione adecuadamente, produciéndonos limitación de la movilidad y dolor, se sustituye la articulación por una artificial, que denominamos prótesis.
En los casos menos graves, con medicación adecuada, fisioterapia y siguiendo ciertas pautas de ejercicio y actividad adaptada se puede conseguir una buena calidad de vida sin necesidad de cirugía protésica.
No hay una respuesta para esto, pues el momento de operar depende de cada persona. En general, la indicación es la existencia de dolor e incapacidad para realizar las actividades habituales que supongan una limitación en la vida del paciente, siempre que estos síntomas no hayan mejorado tras realizar un adecuado tratamiento conservador con medicación para el dolor, fisioterapia, infiltraciones, etc.
Una prótesis es una “nueva articulación” formada por elementos metálicos y un componente de polietileno (material plástico) habitualmente. Estos elementos metálicos se anclan al hueso, sustituyendo a la articulación desgastada, permitiendo recuperar la movilidad y eliminando el dolor.
En la práctica, es una nueva articulación artificial que sustituye a la del paciente, que debido al desgaste producía dolor y no funcionaba correctamente.
La cirugía protésica se puede realizar con anestesia general o con anestesia sólo de cintura para abajo (anestesia raquídea).
Es una cirugía mayor, con posibles riesgos que el cirujano explicará en la consulta y que requiere un ingreso hospitalario de entre 4 y 7 días.
Tras la cirugía protésica es muy importante comprobar que no se ha perdido mucha sangre y que el control con las radiografías postoperatorias es el adecuado, es posible que sea necesaria alguna transfusión de sangre en los primeros días tras la cirugía.
Después de la cirugía se precisan uno o dos días de reposo en cama, tras lo cual se comienza a caminar con ayuda de andador y a realizar ejercicios de movilidad y fuerza.
Cuando el paciente es dado de alta hospitalaria puede ser necesaria rehabilitación asistida por fisioterapeutas, mientras que en otros casos el paciente hará los ejercicios indicados en su domicilio.
Es habitual necesitar la ayuda de muletas para caminar durante el primer mes o dos meses tras la cirugía.
Una vez completado el proceso de rehabilitación, el paciente puede caminar sin dolor y realizar sus actividades habituales sin limitaciones.
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